Puedo mirar en tus ojos la tristeza oculta en lágrimas -que no terminan de caer-. Esa pena tuya que me emborracha de llanto.
Entera diera la vida, por borrar detrás de tus pupilas su recuerdo, por hacerla libre y que vuele a Dios...pero no fue mi historia y no poseo ese poder. Es tan solo tuyo.
Confieso, que mientras bebo tu foto y miro la copa a medias...siento tu dolor, una herida desde la piel hasta el alma, de esas que jamás se cierran y me ahogo...es como estar con el corazón recién arrancado, como llevar mil inviernos a cuestas cuando el sol baila entre flores y aves.
Amor mío, no puedo ayudarte...me siento tan inútil...
Aunque jamás logre entrar en tus venas, tan solo quisiera, dejar de verte muerto en vida, con esa sonrisa partida en dos... como si cada día que respiras fuera traicionar la promesa que se hicieron. No ángel mío, el amor que se juraron no podía saber que su partida al infinito, si el destino lo cambió todo, ahora, déjala que se vaya...sufre, sufre mucho de no poder estar con Dios mientras se queda intentando consolarte (fallidamente).
Nadie jamás podrá igualársele, lo sabemos, los ángeles son bendiciones únicas, que el cielo nos presta de vez en cuando. No habrán otros brazos que te arropen como los suyos, ni otra voz que te sepa igual de dulce, pero, aún en lo diferente a lo que amaste, puedes encontrar nuevas esperanzas, no te cierres a vivirlas.
Esta carta amor, es para implorarte que permitas salir de nuevo al niño, al hombre, que una vez sintieron la felicidad llenándoles de suave calor su ser. Esta carta es para pedirte que reconcilies con el cielo, con la vida, con tu vida.