Carta a un aprendiz del amor

¿has amado tanto que te ahogas en el sentimiento, en las ganas mismas de dar todo cuánto sientes, en compartir el regocijo de vida-muerte-vida que el halito de amor da?

¿has tenido en tus pulmones miles de suspiros contenidos por un nombre, por un rostro, por unos ojos adiamantados que no te miran?

esto que me habita, que me lanza contra el suelo y me vuelve a levantar, que golpea a mano abierta y retorna en caricia, beso y latigazo, perdón y pecado, ¿lo has tenido enredado alguna vez en las raíces de tu alma?

Ay, ay, qué dicha y qué pena quererte
reina y limosnera soy, por mi necesidad de ti, por mi necedad de ti
y ni siquiera lo entiendes

no abres tus ojos al dolor y a la felicidad que tu presencia causa en mi vida, no escuchas el canto y el sollozo que esta mujer pregona por ti hombre

me he doblegado hasta partirse mi orgullo por el ruego de un milagro, por alabar las enseñanzas del verbo -en honor a lo que está sembrado en mi espíritu- y renuncié a todo ego y deseo de posesión, te he dejado libre cual te hallé como la más alta prueba de entrega total y fe

soy tan rica pues me he quedado con todo ese amor
y tan pobre porque de nada me sirve esta riqueza divina si no puedo compartirla contigo

y dime varón ciego
¿de dónde tomaré parábolas que sirvan de paisaje y reflexión para esto?

(oh mi Señor, ¿para qué lo pones en mi camino si he de amarlo en silencio por no abrir la armadura que se ha forjado?
¿en qué momento, en qué hora, en qué día decidiste dejarme sola con tanta querencia a cuestas?)

es por ti simple mortal que me cuestiono mil veces mi valor, si es que tan poco ves en mí por ofrecerte para haberme cerrado tu corazón de un brutal portazo

ay, ay, hombre sordo y terco
si no se llenó en ti nunca
como en mí las arcas de cariño hoy
¿cuándo podrás tener la sapiencia y la piedad necesaria para dejar de humillar los te amo que dejé colgados en tu ventana?

¿cuándo terminará mi resistencia a pensar que tú sencillamente no sabes amar porque así lo decidiste?