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El Purgatorio

Cuestión de Fe

A veces los que estamos acostumbrados a pedir milagros, ante acontecimientos que en verdad lo ameritan nos callamos en meditación intentando hallar el modo exacto de hacer una oración sincera, desde el alma. Han sido días extraños, al entrar semana santa un silencio, un llanto espiritual me embargaba; al coincidir en tiempo y espacio con una procesión de la imagen flagelada de Jesucristo, la música triste, el ambiente, la historia y yo nos abrazabamos por aquel hombre-amor, hombre-verbo, en luto y pena.

Dejé que mi alma hablara, dejé que lo hiciera por arriba de mi mente. Días después sucedieron cosas, cosas que no esperaba, que no cambian las circunstancias más sí, algo en mí, fue como un despertar del limbo en el que me sumieron y dí gracias, porque pude ver más claramente quien soy y decidirme a cortar un círculo vicioso que me ahogaba, abandonando sacrificios que hace mucho no valían más que para aumentar mi tristeza.

Hoy, veo al papa, sumergido en enfermedad, cansado y débil luchando, él necesita un milagro enorme para su cuerpo, nosotros creyentes o no del catolicismo, necesitamos un milagro de fe, una demostración de que sí se pueden cambiar todos los pronósticos si en verdad lo deseamos de corazón. Yo quiero que el papa se salve y se recupere aún cuando mi condición de humana no lo crea.

Dios tome la mejor decisión para el santo padre y para el mundo, pero qué no diera hoy por ver nacer una cadena de milagros.

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