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El Purgatorio

Guerrera

II

Sentada frente al fuego de la posada recordaba los incendios que los enemigos del reino frecuentaban provocar en las cercanías, recordaba como corría su gente para apagar las llamas mientras ella y sus guerreros daban pelea, captura o muerte a los forajidos.
Poco tiempo había pasado de abandonar su espada y ya la extrañaba, era como si le faltara algo a su cuerpo, un peso, una extremidad. Ambas formaban una en combate, Miranda daba la agilidad y la fuerza, su espada el filo y precisión, perfecta combinación por la que ganó respeto entre los varones, a veces, incluso miedo.

-¿qué ha venido a buscar a éste pueblo? preguntó Charlote, dueña del aposento mientras le daba agua fresca para beber.

-Paz y Olvido, contestó la capitana en tono resignado.

-Puedo entender que una guerrera busque paz por estar cansada de batallar y ver sangre correr pero olvido...eso...eso no es posible ni para alguien como tú ni para alguien como yo.

-¿No es posible olvidar algo que te hace daño? algo que arruina tu fuerza y de poco te va destruyendo? preguntó Miranda.

-Las cosas malas que nos duelen son las que menos olvidamos, apuesto que los rasguños que has tenido ni los recuerdas pero las heridas profundas como la que te dejó la cicatriz en el hombro esa la debes recordar a perfección así como el rostro de quien te la hizo. A ti te aqueja ahora otro tipo de herida, de las que no se ven, pero que una vieja como yo puede olerlas, percibirlas, a veces hasta sentirlas...tu tienes una herida de amor. -Dijo Charlote.

-¿Amor? ¿qué demonios es el amor? ¿crees que alguien que alza su espada para atravesar a su enemigo puede sentir amor? las guerreras no pueden enamorarse, se le está prohibido, eso las hace débiles, distraídas y esos son errores que no pueden ir a la guerra porque mueres por ellos.

-¿quién manda en el corazón? ¿los reyes? ¿los sabios? ¿los guerreros? ¿la razón? no Señora ninguno de ellos manda y cuando el corazón decide entregarse no vale si llevas en tu mano espadas o flores, escudos o pasteles, si vistes de metal o de seda, se enamora y punto y no necesariamente te hace débil, al contrario, puede ser tu mayor fuerza.

-Esos son cuentos para princesas, el amor no existe y si existiera no creo que sea lo que yo siento, de serlo, no tendría nada de maravilloso. - Se levantó Miranda y fue al establo a dar de comer y beber a su caballo. Una lágrima corría su mejilla por sentirse descubierta por Charlote.

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